
Régil Henares
Hola,amigos y familiares:
Estoy muy contento de que hayáis entrado en mi web.
En éstos momentos está en construcción.
Perdonad las molestias.
Os quiero dedicar unas fotos que tengo de cuando era más joven (aunque todavia lo soy):
En ésta foto estamos: Mi madre Angustias Henares Carrasco, mi hermano Manolo, mi hermana Encarni y yo.
Todavia no habia nacido mi hermana Angu.
Éste es mi padre Manuel Régil García en su época de emigrante en Francia.
Con mi madre y mi hermano Manolo antes de nacer mi hermana Encarni.
En la playa de Poniente de Motril
.
En la playa unos años más tarde.
Yo con 17 años en Suiza.

Mi hermana Angu

Mi hermano Manolo con Mª Cruz

Mi hija Noëmi
Mi hermano Jesús
Mi primera Comunión en la Iglesia de La Divina Pastora
Hola amigos:
Soy un amigo motrileño que un dia decidió marcharse de Motril para reiniciar una nueva vida en Alcaudete.
Recuerdo de pequeño (muy pequeño) que viviamos en Churriana de la Vega en una casa que más tarde llegó a ser una Caja de Ahorros. Para mí era una casa inmensa. Vivíamos solamente mis padres, mi hermano Manolo y yo.
Lo que más me impresionaba de ésa casa era la escalera recta que tenia para subir a los dormitorios que se encontaban arriba. Claro, con el tiempo comprendí que la visión que yo tenia de esa escalera era la de una criatura que no mediría más de 70 cm (eso como mucho).
Mi padre trabajaba con un tractor de color amarillo (como la canción de Zapato Veloz). Recuerdo perfectamente cuando lo guardaba en un corralón cercano.
Poco tiempo después nació mi hermana Encarnita que era la tercera de los hermanos que nacimos en Granada. No recuerdo cuanto tiempo pasó desde que nació Encarnita hasta que nos fuimos a vivir a Motril. Creo que yo rondaría los tres años de edad. El viaje y la mudanza no lo recuerdo pero si recuerdo cuando ya viviamos en la Travesia de San Roque, muy cerca del Callejón de los Guajareños.
En aquella casa pequeña nació mi hermana Angu. Imaginaos, en una casa pequeñita, viviendo un matrimonio con cuatro hijos ya; pero éramos muy felices.
Era una época donde todo era felicidad. Yo no estaba al tanto de las calamidades que tenían que pasar mis padres para sacarnos adelante pero me sentia feliz de tenerlos conmigo. Allí pasamos un tiempo donde incuso íbamos a un colegio (guardería) que lo regentaba Doña Elena que, a pesar del mal genio que tenía la dueña, nos enseñaba a leer y escribir. Ése colegio estaba donde hoy está el Palacio de Justicia de Motril. aquello era una plazoleta al final de la calle Buenavista muy cerca de casa. Recuerdo que no teníamos televisión pero nos importaba muy poco eso de no tenerla porque habia en la calle Santiago un familia que habia modificado un pequeño salón para que todo el que quisiera, pudiera ver la tele previo pago de una peseta. Allí se podian ver series entrañables como "Viaje al fondo del mar" que en aquella época era " lo más de lo más ". Todos jugábamos a ser los protagonistas de esa série: "El capitán Lee y el Almirante Nelson"...
Recuerdo a mi madre siempre vestida de negro y creo que era luto de mi abuelo Juan Antonio al que no llegué a conocer porque murió cuando yo era muy pequeño.
Era la década de los sesenta y Motril era muy diferente a como es hoy. Había grandes descampados en la ciudad donde los niños podíamos jugar sin el temor de las madres a que nos atropellaran los coches porque apenas habían.
Las calles eran la mayoría de tierra y para ver alguna asfaltada tenías que irte al centro o a la calle Nueva que era la antigua carretera de "Graná" y se cruzaba en el hotel Mediterráneo con la carretera de Almería - Málaga.
De la Travesia San Roque nos mudamos a la calle Espejo
(c/Alquitranaderos, 18). La vivienda se componía de planta baja, alta y un gran patio - corral que éra donde hacíamos nuestras necesidades porque la casa no disponía en aquel tiempo de un cuarto de baño.
Era un gran cambio el que habíamos hecho ya que el barrio donde está esa casa no tenía grandes explanadas donde jugáramos los niños pero lo solventábamos yendo a la Rambla de Capuchinos y allí nos desfogábamos jugando a toda clase de juegos (pilla-pilla, churri-churri, a piola, tejo con cromos, pali- mocho...) aunque a mí eso del pali-mocho me resultaba muy dificil a causa de la edad que tenía pero a medida que fuí creciendo me fuí adaptando bien al juego.
Forma de jugar al Pali-Mocho: Tienen que jugar dos equipos y se establece un número de puntos. El equipo que llegue antes a ese número de puntos es el ganador. El juego consiste en colocar dos piedras donde se coloca el mocho encima. El mocho es un palo redondo de unos 20 cm con las dos puntas en forma de pico. Se levanta con el palo que es una vara redonda y ya el mocho en el aire se golpea hacia el equipo contrário y si éste consigue cogerlo "al vuelo" se logran 500 puntos. Si por el contrário se coge "al rebote" se consiguen 250 puntos. Si no consiguen coger el mocho se lanzará desde donde haya caido hacia las piedras y si el mocho tocara las piedras, el otro equipo pasa al lanzamiento del mocho. Si no, se pasa a la segunda parte para acumular puntos que consiste en soltar el mocho en el suelo, golpear con el palo en una de las puntas y cuando éste levanta el vuelo se golpea. Donde haya caido el mocho se vuelve a golpear hasta un total de tres veces. Después, desde donde esté el mocho hay que calcular el número de medidas de la longitud del palo. Si el número que se dice es menor que el total de medidas del palo ( hay que medir) te llevas tántos puntos como hayas dicho pero si al contrário es mayor el número que se dice que las medidas del palo pierdes y esos puntos pasan al equipo contrário. Se suman todos los puntos y el primero que llegue a la cantidad establecida, gana la partida.
En aquella casa seguiamos siendo felices aunque teniamos un vecino (de mi edad) que siempre me hacía la vida imposible. Cada vez que mi madre me compraba un pequeño juguete, al poco tiempo, desaparecía para aparecer más adelante en su casa, como siempre destrozado.
De aquella casa nos fuimos al "Barrio Nuevo" a la calle Padre Barranco Alcaraz número 5 donde tengo muy buenos recuerdos y muy malos "malísimos" recuerdos que mas adelante os voy a relatar.
Como siempre, nos fuimos de alquiler. Mi padre trabajaba en ese momento en un almacén de plátanos que había a la entrada de la calle Santísimo (c/ Cementerio) cuyo dueño del mismo era conocido como "El Pérez de los plátanos". Allí mi padre trabajaba con una DKW repartiendo la fruta por los distintos pueblos de la provincia. Para ir al colegio siempre pasaba por el almacén y mi padre, que todavía estaba cargando, me daba un plátano que siempre sabía a gloria.
El colegio era uno de los mejores de la época. Su nombre era Colegio Público "Antonio Garvallo Dinelli". Nada más entrar al patio se veía un recinto muy grande, dividido en dos mitades: Una para las niñas y otra para los niños. Estábamos divididos porque en aquella época no podían estar los niños y las niñas juntos. Un cuarto de hora antes de entrar a clase, formábamos en fila de a dos como si fuéramos militares. Teníamos que alinearnos y a la voz del maestro hacíamos diferentes movimientos como "firmes, descansen, pasar revista, marcar el paso, etc..." y, ay del que se moviera mal o hiciera algún comentário que le retorcían la oreja hasta sentir un daño infernal o le tiraban de las patillas hasta levantarlos del suelo. Yo, por mi forma de andar, me he llevado infinidad de guantazos, tirones de orejas y de patillas sólo por no ir en formación completamente derecho.
En aquél colégio cursé estudios hasta cuarto de EGB. En primero estuvimos enfrente del colégio (en el convento) no sé por qué razón; seguramente porque no había sitio en dicho colégio. Allí se fundaron muy buenas amistades que aún hoy perduran. Allí conocí a la persona que considero mi mejor amigo y que todavia, aún en la distancia, conservo puesto que es una persona excelente. Mi amigo es Miguel Ángel Galdeano Vargas ( er Gardeano).
He aquí una foto de dicho individuo sacada de los pasquines de la Policía Nacional y la Guardia Civil. No se fien de su apariencia de buena persona, es un delincuente habitual conocido por las calles de Motril. Se lleva los coches que le obtaculizan el paso. (JAJAJAJAJE)

Pero volvamos a la calle Padre Barranco Alcaráz donde, como escribí antes, tengo muy buenos y muy malos recuerdos. Yo rondaría los 5 años de edad cuando nos fuimos a vivir allí y comenzaba para mí (y mis hermanos) una nueva andadura en un barrio que era completamente novedoso para nosotros. Nueva casa, nuevos vecinos, nuevas amistades... La casa era, a mi modo de verla, inmensa, con un gran patio, con tres gallineros grandes donde criábamos pollos, gallinas, pavos y conejos; tenía también una cochinera donde criábamos "marranos" e incluso una vez hasta un becerro.
La vivienda era de una sola planta con cuatro habitaciones grandes, una cocina-comedor, un salón y la gran novedad para nosotros que era, en el patio, cerca de la pila de lavar, un cuartillo con una puerta que tenía una ducha (siempre de agua fría) y un agujero para poder hacer nuestras necesidades (no había retrete). Era un gran avance de la ciencia tecnológica de la época el poder "jiñar" con una puerta que se podía cerrar.
Recuerdo que en la habitación donde dormía había un ventanal que daba directamente a la cocina y en ésa cocina, una ventana grande con una reja que daba al patio y se veía perfectamente un limonero que había en el centro. Según se salía al patio, destacaba la escalera (sin baranda) que daba paso a una pequeña azotea que medía exactamente lo que el techo de la cocina. Seguía hacia adelante, bajaba un escalón, a la izquierda estaba la cochinera y a la derecha, los gallineros.
Las calles del barrio eran de tierra y cuando llovía había que poner algo en la puerta para que no entrara el agua.
En aquel tiempo, yo me daba cuenta que mi madre estaba gorda pero no sabía decir por qué estaba así. Estaba embarazada de mi hermano Jesús. Recuerdo perfectamente la postura que hacía con las manos hacia atras sobre las lumbares y sacando barriga. Mi madre era una mujer preciosa. Yo me quedaba embobado muchísimas veces, mirándola, y pensando para mí que tenía suerte de tener la mejor madre del mundo. Cuando yo necesitaba algo, allí estaba ella y si necesitaba una reprimenda, también. Recuerdo cuando, para pegarme, se quitaba la zapatilla pero cuando me "endiñaba" no lo hacía con fuerza. Éra lo mejor que tenía. Dependía totalmente de ella. Todavia, cuando recuerdo esas escenas, se me saltan las lágrimas y ahora especialmente estoy escribiendo esto con un nudo en la garganta al querer expresar mis sentimientos hacia mi madre. Lo que no recuerdo es su voz pero su imagen la tengo en mi cerebro como si hubiera sido ayer cuando ocurrieron estas cosas. La recuerdo siempre vestida de negro con la "permanente" siempre a punto. Era lo mejor de mi vida y aún lo seguiría siendo.
Allí, mis hermanos y yo, estábamos siempre jugando porque, "a lo mejor", eran cosas de la edad. Cuando nos asomábamos por el muro de la escalera del patio, veíamos un almendral con un cortijo y una pequeña fábrica de ladrillos a lo que se le llamaba el "Huerto del capitán" al que más adelante, cuando éramos más mayores, íbamos a robar "allozas" (almendras verdes) y comérnoslas hasta pillar "cagaleta".
Un día nos llevaron a mis hermanos y a mí al cortijo "Félix" muy cercano al cortijo Galindo en Las Ventillas porque ya mi madre estaba muy gorda y muy angustiosa. No sabíamos por qué era aquello pero no nos extrañó porque en aquel cortijo pasábamos grandes temporadas con mis abuelos Manuel y Dolores que trabajaban y vivian allí. En aquel cortijo yo me sentía como pez en el agua y siempre estaba jugando con un perro que tenían mis abuelos que se llamaba "Bastián". Una mañana vino un coche a recogernos para ir a Motril y recuerdo que fuimos por Torrenueva porque la rambla que cruzaba el camino de Las Ventillas a la altura de donde está ahora el recinto ferial había cortado dicho camino y había que dar la vuelta. Cuando llegamos a la calle Padre Barranco me extrañó que hubiera tanta gente. Al entrar en la casa, miré hacia la izquierda y comprendí en un segundo lo que había pasado. No quería creerlo. No podía creerlo. Mi madre yacía en la habitación de mis padres totalmente inmóvil. Mi madre había fallecido a causa de una hemorragia interna al dar a luz a mi hermano pequeño Jesús. Ahora que lo veo con la perspectiva del tiempo, pienso que me quedé con seis años sin lo que más quería en el mundo que era mi madre. Aunque después nos cuidaron mis tios Paco y Dolores con mis abuelos Manuel y Dolores, que nos cuidaron muy muy bien, yo seguía añorando a mi madre. Yo he llorado muchísimas veces cuando estaba solo recordando a mi madre y todavia cuando estoy un poco "depre", pienso en ella y se me saltan las lágrimas.
(Voy a pasar página, por ahora, y no voy a seguir hablando de mi madre. No porque no quiera sino porque me es imposible escribir recordando a la mujer que lo fué todo en mi vida hasta los seis años. Más adelante reseñaré alguna cosa.)
El único consuelo que me quedaba, aparte de mis abuelos y mis tios, era mi padre. A pesar de ser camionero y que lo veíamos muy de tarde en tarde, mi padre nos ha querido muchísimo a todos nosotros. A pesar de que no nadábamos en la abundancia, no carecíamos de nada porque al igual que mi padre, mis tios y abuelos hicieron todo lo posible para que crecieramos con cierta comodidad a pesar de las penurias que pasaban para ello.

Mi padre: Don Manuel Régil García
Mi padre era un hombre sencillo, criado en la postguerra y, como decía siempre, a vuelta de todo. Un hombre que quien lo necesitara estaba allí y siempre se enorgullecía de ser así. En definitiva, era un hombre bueno. Era un hombre atractivo y simpático pero sin perder la firmeza ante unos hijos que a causa de la edad (me refiero a los 14-15-16 años) había que frenarles un poco y explicarles las cosas. Nunca ha sido un hombre de pegar a los hijos y en eso tengo yo que agradecerle porque siempre he sido muy travieso.
Volviendo al año en el que murió mi madre, yo tenía seis años y toda una vida por delante para acostumbrarme a vivir sin ella. Mi padre, por motivos de trabajo, ya comenté antes que era camionero, no lo veíamos apenas por casa; así que comenzamos a vivir en la misma casa todos juntos. Me refiero a vivir juntos a mis abuelos, mis tios, todos mis primos y todos nosotros. Estábamos un poco apretados pero se notaba que éramos una familia unida. Por eso, a mis primos "Fenoy Régil" yo los considero más que primos, hermanos, ya que hemos vivido la misma vida juntos hasta que ya de mayores, cada uno tiró para su lado, que es lo normal pero seguimos teniendo ese "feeling" que nos une más que otros primos hermanos a los que quiero muchísimo también. Fué pasando el tiempo y, claro, íbamos creciendo e incluso nació mi prima Victoria que es la pequeña de mis primos. Sus nombres son: Paquito, Dolorcitas, Maribel, Nati y Victoria; y los nuestros son: Manolito, Antonio (yo), Encarnita, Angu y Jesusito (Los nombres son escritos en plan cariñoso y son como nos llamamos todavía entre nosotros). Diez niños dentro de una casa de cuatro habitaciones más mis tíos: Paco y Dolores, más mis abuelos: Manuel y Dolores, más mi padre cuando volvía de viaje, nos juntábamos quince personas en una casa con la complejidad de que el mayor de los niños no alcanzaba los diez años de edad ¡Qué caos era aquello! Suerte que en aquella época habían pocos coches por las calles y era territorio "comanche" para poder jugar los niños con cierta comodidad.
A mis primos Fenoy Régil los considero mis hermanos ya que hemos vivido juntos varios años y, a pesar del tiempo y la distancia, seguimos unidos y tenemos esa complicidad que no se tiene con los demás primos.
Todavía no teníamos televisión en casa así que teníamos que "ingeniarnoslas" como podíamos para ver series de televisión míticas en aquel momento: "Viaje al fondo del mar", "El túnel del tiempo", "Jim West", "El Virginiano", etc...; también programas infantiles como "Los Chiripitifláuticos" con el mítico Locomotoro que no podía reir porque siempre se le movían los mofletes.
Ya contaba yo con ocho años cuando, por fin, llegó la televisión a casa. La comodidad de ver en tu propia casa los programas de la tele que te gustan, no tiene precio. Era una Werner de blanco y negro que tardaba una eternidad en encenderse ya que era de válvulas. Hubo que poner un estabilizador para que no le afectaran los alti-bajos de la corriente que era de 125 voltios y la tele funcionaba a 220 voltios pero el suministro no era estable. ¡Qué maravilla, qué nivel de vida! Aparte de la radio, teníamos televisión. Aquel año fué cuando el primer hombre pisó la Luna y todos juntos lo estuvimos viendo. Era el año 1969. Parecía aquello una sala de cine. Nadie pestañeaba.
En el colegio ya cursaba 3º curso en el "Colegio Público Antonio Garvayo Dinelli" que se situaba enfrente de la iglesia de la "Divina Pastora" donde hice mi primera comunión dos años antes. Ya comenté antes cómo era el colegio y no lo voy a hacer ahora para no hacerme el "pesao". Desde el colegio ví como asfaltaban las calles adyacentes al terminar la "Comisaría de Policía" que hicieron nueva en la "Rambla Capuchinos". Lo que más me impresionó fué la apisonadora que pasaba calle arriba y calle abajo. Yo no sé de donde sacaron aquel cacharro pero creo que era de vapor (no estoy seguro), solo sé que tenía unas ruedas atrás planas y muy grandes de hierro y el rodillo delante y además echaba muchísimo humo por el tubo de escape (grandísimo) que tenía.
Fué pasando el tiempo en aquel barrio que aún conservaba las calles de tierra porque a ningún mandatario del pueblo se le ocurrió mandar asfaltarlas. En la época de las "allozas", nos íbamos a robarlas (digo robarlas porque es la única fruta que conozco que no se compra ni se vende sino que se "afana") al Huerto del Capitán. Qué ricas. Por aquel tiempo, mi padre compró un solar detrás de donde hicieron el Estadio Escribano Castilla y allí comenzó a hacer la casa que no sé muy bien cuanto duró en hacerse pero ya contaba yo con 9 años cuando nos fuimos a vivir a ella.
Un barrio nuevo, gente nueva, al principio poca porque habían pocas casas hechas en aquella zona del barrio de San Antonio. Hoy creo que pertenece a San José. Nuevos amigos: Jorge "el Pollicas" y yo éramos el terror del barrio, de la rambla y del cortijo Roscas; no por malos sino por traviesos. Allí vinieron a vivir con nosotros nuestros abuelos Dolores y Manuel porque en aquella época eran los únicos que se podían hacer "cargo" de nosotros ya que después de morir mi madre, y mi padre, que su trabajo era camionero en Transportes Ruiz, lo que hoy se llama Transresa, los que se podían quedar eran los abuelos ya que mi tía Dolores y mi tío Paco ya tenían bastante con lidiar con otras cinco criaturas.
Desde la azotea de la casa podíamos ver medio campo de fútbol. Era un campo de tierra con las mismas dimensiones que tiene actualmente aunque, desde que el Motril CF subió a Segunda B la primera vez, es un campo de césped.
Ya os seguiré contando...